Los Zapatos Dorados 

15.01.2022

Los zapatos Dorados

La princesa Giuliana

Eran dorados, fabulosos, un sueño de bellos, pero ¡tan incómodos! ¿Quién podría llevarlos por mucho tiempo? Pero ni soñar con desafiar la tradición. Su tatarabuela, había conocido a su esposo gracias a ellos y desde entonces todas las princesas de la familia los estrenaban al cumplir los 15 años.

Giuliana se colocó uno, luego el otro. Suspiró. Se observó una vez más en el espejo y apareció en el salón. Por las miradas supo que estaba radiante.

Comenzó la danza. Una pieza, dos, tres... ¡El dolor era terrible! no podría soportarlo más. Por fin, en un momento en que nadie la veía, sigilosa como un gato, se los quitó. Ay.. ¡que repentina felicidad!, ¡sentir el césped del gran parque bajo los pies! Siguió bailando descalza y feliz.

El rey y la reina, apenas terminara la fiesta partirían en misión de negocios. Ella podría aprovechar la ausencia para hacer también un viaje, pero lo pensaría luego. Ahora disfrutaba de su dicha descalza bajo la luz de la luna...

Gema

Laura bajó la caja de estante más elevado del armario, la abrió, los retiró y les quitó el papel que los cubría. Eran dorados ¡bellísimos!

-Que lindos -dijo Gema-, ¿son tuyos mama?

Laura los acarició con la mirada -Eran de mi abuela. En realidad son una reliquia familiar.

-¿Que es una "relequia"?- Preguntó Rocío que entraba recién al cuarto.

-Reliquia nena- la corrigió su hermana -¡cuando vas a aprender a hablar bien!

Rocío ya se iba enojar con la mayor cuando los vio, abrió enormes los ojos color café y exclamó -¡Oh.. que lindos! ¡son mágicos! ¿Verdad?

Gema empezó a reír, pero Laura dijo con una sonrisa -Ojalá lo fueran...Lo que espero es que sean tan valiosos como imagino.

-¿Porque? -Gema abrió grandes los ojos.. -¿los vas a vender?

-¡No! -Chillo Rocío -¡Mama por favor no lo hagas! ¡Son tan lindos!

Laura suspiró, venderlos era sin dudas, el último recurso, pero ¿acaso no estaban llegando a una situación límite? Todo estaba resultando mucho más difícil de lo que habían pensado.

-¡Mama! tiene razón la pequeñita.

A Rocío no le gustaba que su hermana le dijese "la pequeñita" pero protestaría más tarde, ahora lo importante era convencer a mamá.

-No los vendas, por favor...las cosas van a mejorar...- continuó Gema - Tú nos dices eso todos los días.

Laura asintió -Tienen razón niñas, pronto van a llegar los papeles y las cosas van a mejorar. -Sonrió débilmente -Ojalá- dijo para sí -Ojalá.

Gina

Gina se levantó al alba. ¡Era un día tan bonito! Si hacía sus labores temprano quizás le quedase tiempo libre para disfrutarlo. Por eso a las 7 estaba lista con el uniforme puesto y los elementos de limpieza. ¡La fiesta había sido enorme! ¡Y el parque había quedado calamitoso! Iba arrojando al balde los restos de comida, de vajilla rota, cuando de pronto los vio ¡Que bellos! ¡Tan elegantes! dorados. ¿Y si...? Sería solo por un segundo, estaba sola, ¿por qué no? Sin dar más vueltas, se los probó. ¡Le quedaban perfectos! Rió y bailó feliz entre los lirios.

-¡Por todos los cielos, allí está!

Un hombre lujosamente vestido se le acercó.

-Yo.. ya.. disculpe - comenzó a balbucear Gina.

-¡Princesa Giuliana! ¡Al fin la encuentro!

-¿Qué?- la joven no entendía de qué le hablaba -Creo que es un error yo...

Pero el hombre se puso a dar voces: -¡Vengan!, ¡la encontré!

Gina se vio rodeada de gente que nunca había visto.

Sin que pudiese impedirlo la llevaron hasta el castillo. Todos le decían "su majestad esto", "su majestad aquello". ¿Sería una broma? La joven no sabía qué pensar. La condujeron hasta el gran salón donde se topó con un retrato tamaño natural de una damisela muy parecida a ella que lucía un fabuloso vestido dorado y una corona.

-Disculpe usted su majestad - dijo una dama de rojo haciendo un gran reverencia - pero creímos que como los reyes se ausentaron...

-...Y vuestra nodriza tomó vacaciones - continuó una dama de gris repitiendo la reverencia -...,el consejero real aquí presente osó pensar que usted se había...

-Escapado. No se ofenda su majestad -completó la frase el hombre, sin hacer ninguna reverencia. -Pero, ya que está aquí, las doncellas la acompañarán a vuestras habitaciones.

-¿Cómo? -la joven estaba confundida.

-Su alteza, la visita del príncipe Agusto es hoy ¿recuerda? Debe usted... -la dama de rojo titubeó mirándola- ...quitarse ese disfraz y ponerse el vestido.

"¡Oh! ¿Creen que soy la princesa?", se dijo Gina mientras las doncellas la escoltaron (la guiaron, en realidad) hasta una fastuosa habitación llena de vestidos fabulosos hechos en seda, en satén, ¡con hilos de oro! Gina lanzó una exclamación -¡Qué belleza!

- Me alegro que a su alteza le agraden los nuevos trajes- suspiró aliviada la doncella de gris.-¿Cual va elegir su majestad?

La damas se quedaron en silencio: esperaban una respuesta.

-El azul.- dijo Gina con una gran sonrisa.

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